lunes, 9 de agosto de 2010

La historia del hombre amigablemente psicópata

 El primer día transcurrió entre miradas y exclamaciones de asombro por lo que veíamos, olores raros, unos fideos que no sabemos si están ricos o no y la terrorífica historia del viejete simpáticamente loco.

 Esta primera gran anécdota comienza cuando fuimos a comprar los billetes de tren el primer día. Nuestra idea era visitar Zhengzhou, Xián, Pekín y volver a Shangai. todo en el económico tren Chino y viajando en camas por la noche (asi nos ahorrábamos noches de hotel).
Pues bien, vamos en un taxi de temeraria conducción hasta la estación de trenes. Llegamos, y allí no hay mas chinos porque no caben. Después de preguntar e intentar comprarlos en varias máquinas sin éxito y de que un chino que sabía algo de inglés nos mandase a otro sitio conocimos al protagonista de la historia.
El caso es que era un hombre anciano con sonotone que se puso a hablar con Pedro. El hombre hablaba inglés más o menos y cuando le preguntamos donde se compraban los billetes nos señaló un edificio que estaba en la calle de enfrente y cuando le estábamos dando las gracias nos dijo que le siguiésemos.


 

 Con paso renqueante nos llevó a las taquillas de la estación y se puso con nosotros a la cola. Le dimos las gracias pero no se movía de nuestro lado. Estuvimos charlando con el un rato en el que la conversación consistió en que mientras nosotros hablabamos él se apretaba el sonotone para oirnos, y mientras él hablaba nosotros nos dedicabamos a esquivar los perdigones salivescos que salían de su boca.
Total, fin de la cola, - ¿teneis billetes de cama blanda? - no, no tenemos - ¿y de cama dura? - tampoco - ¿y sentados? - nope, quizás en la otra estación y de pie si eso...

Total que salimos de la estación y el viejo chinorris nos sigue como un perrillo abandonado, entre pena y ganas de que se fuese tranquilo empezamos a plantearnos la opción de pagarle algo de pasta por su lealtad canina. Le decimos que nos vamos para el hostal e insiste en acompañarnos al taxi mientras nos cuenta algo sobre unos jardines que tenemos que visitar.  Le seguimos hasta la estación de taxis y cuando llegamos, nos para uno, subimos y el señor se queda con cara de asombro al ver que somos 4 + el taxista = 5. El hombre estaba decidido a subir al taxi con nosotros y mientras hacía gestos diciendo que el no cabía, le dimos unos yuanes sueltos que llevabamos por ayudarnos. Los cogió, pero el no quería ese dinero, el queria subir al taxi. Mientras el hombre nos proponía viajar en 2 taxis los conductores se empezaban a poner nerviosos. Ante nuestra negativa el hombre intentó subirse encima de Claudio (si, como lo estaís leyendo) y tuvo que ser apartado por uno de los taxistas. Total que mientras le echaban la bronca y lo apartaban le dijo al conductor que nos llevase a los jardines esos que el iba en otro taxi detrás, el taxi comienza a andar mientras le apartan y el tío loco se pone a perseguirlo como un zombie cojeando. Nuestra cara de flipe mayúscula. Sale el taxi de la estación, coge una curva y una rampa, miro para atrás y... ¡¡¡No es posible!!! El viejo sigue persiguiendo al coche por el medio de la carretera.
Poco a poco le vemos  perderse en la lejanía, impotente ante la velocidad del taxi... Sin palabras.

Después de eso presenciamos un accidente de moto, fuimos al hostal a recapacitar y depués a la 2ª estación. Alli pudimos comprar los billetes (gracias a una chica joven super amable que sabía algo de inglés y no estaba loca ni nada) de tren para ir a Xián (tuvimos que descartar Zhengzhou) de pie (no había tumbados ni sentados). No fue una buena idea, pero eso es otra historia.

La noche acabó con una agradable cena en un restaurante cercano al hostal, en el que te ponían mucha comida y bebidas de dos litros (la botella de coca cola directamente) por barba y que nos dió muy buena espina al ver un gato que se coló directamente en la cocina y... salió con vida.  Precio de la cena: Aprox. 3 € por persona.

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